El sábado lo comenzábamos bostezando como es obvio. Raquel y Sonsoles iniciaban la oración y nos invitaban a rezar con textos de Las Moradas y Camino de Perfección de Santa Teresa de Jesús. Después cogíamos fuerzas para la mañana, el desayuno nos activó aún más y, justo después, nos reunimos en el salón para empezar las dinámicas de la mañana.
El tema sobre el que hemos centrado esta primera convivencia ha sido el “despertar” a nosotros mismos (nuestro cuerpo, nuestros sentimientos), a los demás (amigos, familia, colegio, parroquia...) y a Dios (dejarnos sorprender, mirar a los ojos a Jesucristo) siguiendo el despertar de Santa Teresa de Jesús.
Hubo momentos en que los alumnos estaban absortos en las dinámicas compartiendo cómo se sentían. Además, dramatizaron situaciones de la vida, como por ejemplo, hablarle a tus padres de tu vocación, del deseo de entrar en un convento o de marcharse de misionero al extranjero. Por último, dedicaron quince minutos a estar solos, a meditar, a pensar cómo pueden amar más y mejor, a “hacer lo poquito que está en mí” para cambiar el mundo, como decía Santa Teresa.
Después de comer y recoger la casa, preparamos todo para la Eucaristía: cantos, peticiones, ofrendas, etc. La misa puso el broche de oro a la convivencia; sirvió de evaluación general, recordando lo vivido en estos días. El padre Pablo nos animó a retirar los “esparadrapos” que hemos ido pegando a nuestro corazón (móvil, desconfianza, malos hábitos, etc.) para sentirnos más libres y poder ayudar a los que tenemos cerca.
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